Pregón de Navidad 2005
IKER ROMERO FERNÁNDEZ
“Todo ha llegado”

 

Todo está preparado, hoy 19 de diciembre, en el Palacio de Congresos Europa para poder escuchar el Pregón de Navidad de este año. D. Iker Romero, jugador de balonmano nacido en nuestra ciudad, y con una ya amplia trayectoria en Corazonistas y posteriormente en Valladolid, León, Ciudad Real y actualmente en Barcelona, y con un también amplio palmarés, es el encargado de pronunciar este año la llamada a la fiesta de Navidad. Sin embargo, una lesión le impide acercarse hasta Vitoria pero gracias a la técnica, le tendremos “presente” entre nosotros.

 


“En primer lugar me gustaría agradecer a la Asociación Belenista de Álava el haber pensado en mí para este pregón. Es algo que me llena de orgullo, porque, que te reconozcan el trabajo hecho te alegra, pero que la gente de tu tierra, de tu ciudad, piense en ti para dar el pregón de estas fiestas tan especiales para todos, la verdad es que a mí, insisto, me llena de orgullo.

Os voy a contar sinceramente lo que son para mí las Navidades. Yo diferenciaría dos etapas, como yo creo que nos pasa a casi todos: 1) cuando eres un niño pequeño y 2) cuando ya más o menos has crecido, has madurado y sobre todo cuando debes o quieres abandonar tu tierra o tu familia para hacer otro tipo de cosas, en mi caso jugar profesionalmente a balonmano, como todos vosotros sabéis.

Voy a daros mi opinión más sincera y más “mía”. Todo lo que os voy a contar no estará muy bien escrito o muy bien leído, pero bueno, éste soy yo y éstas son mis palabras.

Pues como os he dicho, recuerdo que cuando era pequeñito todo el año me acordaba y estaba esperando que llegaran estas fechas tan importantes para todo chaval, para todo crío. Me acuerdo que en mi familia las Navidades empezaban entre el 12 y el 15 de diciembre, no más tarde, que es cuando nosotros, mi hermano y yo (porque mi hermana era más pequeña y casi ni había nacido), obligábamos a mi madre ya a sacar el árbol y, sobre todo, el Belén. Yo creo que para los dos era algo muy especial juntarnos en familia y montarlo: ya empiezas a notar el “olor” de la Navidad, a ver que la Navidad está llegando, a sentir estas fechas tan importantes para todo el mundo, para nosotros, para la familia…

Sobre todo una cosa que nos encantaba era juntarnos todos, porque, como ya sabréis por experiencia propia, reunirse toda la familia es (y era) muy complicado para nosotros, pero lo podíamos conseguir siempre.

Tras el día del montaje del Belén y del árbol de Navidad, el segundo día más importante, que avisaba claramente a mi familia que las Navidades estaban a punto de llegar, era el 22 de diciembre. Creo que ese día es el más importante en las Navidades para mi padre. Es, como todos sabéis, el día de la lotería de Navidad y mi padre es un enamorado de ello y a todos nos lo inculcaba, ya no sólo por los premios sino porque cuando llega ese día ya ves que todo el mundo se reúne, comenta y sonríe viendo el sorteo. Cuando acaba, creo que todo el mundo empieza a vivir la Navidad de verdad.

Recuerdo cómo la vivíamos de pequeños. Me acuerdo del día 24. Sí. El día 24 era “EL DÍA”: claramente notabas que todo había llegado. Por la tarde me acuerdo que nos vestíamos creo que mejor que para ir a una boda.

Sobre las 6 de la tarde toda la familia (mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana, mis abuelos, que en paz descansen, y mis tíos), solíamos ir a dar paseos, como todo el mundo, por las calles de Vitoria-Gasteiz. Luego íbamos al bar de unos amigos de siempre, de la infancia de mis padres. Nos reuníamos todos, nos tomábamos (más bien, los mayores se tomaban) el vino caliente, las cervezas o el champán. A los más pequeños esa tarde-noche nos tocaba brindar con refrescos, lo que para nosotros era algo fantástico porque durante el año no nos podíamos tomar demasiados, pero ese día creo que todo el mundo podía hacer más o menos lo que quisiera y a los niños nos daban o nos permitían mucho más de la cuenta.

Luego, después de ir a tomar algo, me acuerdo que volvíamos a casa todos juntos y teníamos ya todo preparado desde la tarde. El menú, que yo recuerde, todos los años era prácticamente el mismo: lo que más nos gustaba eran los langostinos, las gambas, las gulas al ajillo, siempre teníamos el lechazo del pueblo de mi padre… (también en Navidad, Nochevieja y Año Nuevo, aunque a veces lo cambiábamos por marisco) y diréis que qué aburrido, siempre lo mismo, pero, ¡qué va!, a nosotros nos encantaba: nos hacía ver que estábamos juntos. Siempre han sido momentos muy especiales para nosotros.

Después de cenar el día de Nochebuena nunca faltaba la partida de cartas porque siempre a mi abuela, a mi hermano, a todos, nos gustaba jugar juntos. Estaba claro que, después de la partida, como todos los niños pequeños habíamos escrito la carta al Olentzero, siempre nos tocaba poner el calcetín e irnos pronto a la cama para que los mayores pudieran quedarse más tiempo y llegara el esperado “carbonero”: no recuerdo un año poder haber conciliado bien el sueño la noche del 24 de diciembre. La verdad que no porque siempre yo, mi hermano o mi hermana estábamos deseando que llegaran las 9 de la mañana del día siguiente, que era cuando despertábamos a nuestros padres para ir a ver los regalos. Ese momento era… ¡buf!…: cuando pasábamos por el pasillo, llegábamos al árbol y veíamos los regalos… Es uno de los momentos más felices que puede tener un chaval desde que tiene conocimiento hasta los 12 ó 14 años.

El día de Navidad solíamos ir a la iglesia y también a veces íbamos al cementerio para saludar a los familiares que ya no estaban aquí con nosotros. Luego pasábamos el resto de la mañana jugando hasta la hora del aperitivo, en la que solíamos ir otra vez todos juntos a tomar algo a algún bar de Vitoria, para después volver a casa a comer, seguramente las sobras de la noche anterior, porque como ponían una “salvajada” no hacía casi falta preparar nada para el día de Navidad: todo estaba hecho del día anterior. Después teníamos otra vez la partida de cartas, que se alargaba durante toda la tarde hasta bien entrada la noche.

Así pasábamos nosotros el día de Navidad. La gente puede decir si es más o menos interesante, pero os prometo que era el día más feliz del año cuando podíamos pasarlo juntos.

Entre Navidad y Nochevieja siempre solíamos convencer a mi padre para, algún día, aunque no era muy devoto de ello, ir a la Florida para ver el Belén porque nos encantaba, ya que siempre veíamos los belenes de la iglesia pero eran más pequeños, a tamaño reducido. Ver un Belén en un parque entero, con todo lo que lleva: Jesús, María, José, los Reyes Magos… Todo eso era increíble y recordarlo casi me pone los pelos de punta.

En Nochevieja y Año Nuevo en nuestra familia hacíamos prácticamente lo mismo: reunirnos. Claro está que ya no había regalos pero lo cambiábamos por recibir bien el nuevo año con las uvas y pasar esos dos días juntos también en familia, porque como nosotros, nuestra familia, no solemos vivir todos en Vitoria-Gasteiz, sino que descendemos de gente de Palencia, Valladolid, del sur, de Zaragoza…, pues en Nochebuena, Navidad y sobre todo en Nochevieja y Año Nuevo era el momento en que nosotros nos reuníamos con toda la familia con los que no podíamos estar durante el año.

Luego, el 2, 3 y 4 de Enero era todo parecido, hasta que el 5 de Enero, por la tarde, llegaban los Reyes a la ciudad con su cabalgata. Teníamos mucha ilusión pero también un cierto punto de tristeza porque sabíamos que era la última noche, ya que al día siguiente, con la llegada de los regalos y después de comer el rosco, aunque manteníamos el Belén y el árbol unos cuantos días más (hasta que se acababa el turrón, que duraba bastante tiempo porque comprábamos demasiado) sabías que había llegado el final, sabías que quedaba un año para volver a vivir todas esas maravillosas sensaciones y vivencias. Desde el momento en que comías el rosco de Reyes ya estabas pensando en el año siguiente, en las Navidades siguientes, en el siguiente 12 de diciembre para volver a montar el Belén.

Esa fue una parte increíble en mi vida hasta que con 16 años cambió todo: me tuve que ir a jugar fuera, a Valladolid concretamente. Luego he estado en León, Ciudad Real y ahora mismo estoy en Barcelona. Ahora ya las Navidades no las vivimos como antes. Para mí ahora son mucho más especiales, porque como durante todo el año, dado que estoy en selecciones, con el equipo, viajes, todas las concentraciones posibles, pues la verdad es que éstas son las únicas fechas en el año en las que tengo la suerte de poder coincidir con mi familia. Estos cuatro días, ni el más severo entrenador ni la más severa competición me los quita. Para mí lo es TODO el estar con mi familia, cuando durante todo el año no puedo estar. Eso es lo más importante para mí.

Los regalos ya no los vivimos como antes, claro está: la noche de Reyes, la noche del 24, del Olentzero. Pero sí que es verdad que ver la cara de mi sobrino cuando llega Nochebuena, cuando pone el calcetín y hace y recibe lo mismo que cuando yo tenía su edad, me llena de más alegría que cuando yo los recibía, eso sí que es verdad.

Ahora es raro que nos podamos reunir toda la familia, porque, como es normal, la gente se empareja o se casa, tiene otras familias y hay que dividirse un poco. Ya no nos juntamos todos como lo hacíamos de pequeños, pero siempre que podemos, sobre todo mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana y yo intentamos coincidir un día. Si no lo hacemos el día de Nochebuena, lo hacemos el día de Navidad, porque ya luego mi hermano se va con la familia de su mujer, al igual que mis tíos o mi abuela.

Y más o menos esto es lo que es para mí la Navidad. Yo creo que para un chico joven, como yo, que empieza ya a vivir su vida, la Navidad ya no es sólo lo puramente religioso. Sinceramente, para mí, ahora es igual o más importante que la religión el poder estar con los míos, porque es lo que más quiero del mundo y, poder estar con ellos es el mejor regalo de Olentzero que he podido pedir nunca. Ese y la salud para mi familia es lo único que ahora normalmente suelo pedirle al Olentzero y al Señor.

No sé si me explayado mucho, si ha sido corto o demasiado largo el pregón, pero más o menos he expuesto lo que yo siento en Navidad.

Doy un saludo a todos los que os habéis reunido aquí.

Doy otra vez las gracias a la Asociación Belenista de Álava por haber pensado en mí y espero, el año que viene, poder estar aquí con vosotros esta tarde y escuchar al próximo pregonero en persona.

Me despido de vosotros, os deseo Felices Fiestas, Feliz Navidad a todo el mundo y que paséis las mejores Navidades de vuestra vida, que para mí, si estoy con mi familia, así serán.

Un beso y un abrazo.”

Iker Romero Fernández
Navidades 2005