Pregón de Navidad 2010
LUIS MARÍA LÓPEZ DE SOSOAGA ARRIZABALAGA
“Dulce Navidad”

 

 

La parroquia Santa María de los Ángeles acoge hoy, 17 de diciembre, el tradicional Pregón de Navidad. En esta ocasión nos unimos a la alegría de la Parroquia que celebra sus bodas de oro.

Ningún pregón anterior ha sido tan “dulce” como este, que será pronunciado por D. Luis María López de Sosoaga, conocidísimo confitero de la ciudad y Celedón de Oro en el año 1988. Bajo el título “Dulce Navidad” hará la llamada a la fiesta desgranando sus recuerdos.

 


“Amigas y amigos, unas muy dulces tardes.

Vengo aquí para hacer un homenaje a toda la tradición pastelera de esta hermosa ciudad, Vitoria-Gasteiz.

Ojalá que, después de mi Pregón, salgáis de aquí dulces y solidarios.

Antes que nada, permitidme agradeceros vuestra presencia aquí, en la Parroquia de Santa María de los Ángeles, que, para más “INRI”, celebra su 50 aniversario. Asimismo, quería agradecer a la Asociación Belenista de Álava su confianza: para mí es un privilegio poder anunciaros un acontecimiento tan importante como es la llegada del Hijo de Dios, Jesús, nacido en Belén.

En este Pregón de Navidad 2010, me gustaría hacer también alusión a la labor pastoral de los Padres Dominicos durante tantos años. Eskerrik asko en nombre de toda la ciudad.

El Arcipreste de Hita ya hablaba de los confiteros alaveses; muy lejos en el tiempo quedan ya sus escritos y su “Libro del buen amor”. Sin embargo, aún resuenan en la memoria de los ancianos alaveses los nombres de pastelerías y pasteleros que han dado nombre y prestigio a Vitoria…

Nuestra historia empieza por ser cereros, después confiteros y ahora pasteleros. El menester de mis antepasados era estar presentes en los funerales con velas y cerillas prestas. Aún recuerdo aquellas candelas amarillas, con forma de culebra enrollada, aquellos Noviembres en las iglesias de la cuenca del Deba con sus suelos engastados de luces oscilantes…

Muchos de los que aquí estáis recordaréis las meriendas o cenas que seguían a cualquier funeral en los pueblos: no faltaban nunca el mejor pollo o cordero y, menos aún, los dulces. En estas comidas nacemos nosotros cuando los cereros pensaron: “…si tenemos que llevar las velas, ¿por qué no los dulces también?”. Es la procedencia común de la miel y la cera lo que explica la evolución de nuestro gremio…

Entre los siglos XIV y XVII la cerería, el arte de tratar y tallar la cera, era más importante que la elaboración de dulces a partir de la miel. Ser cerero requería un gran conocimiento del oficio y las materias primas empleadas. La iluminación doméstica y el culto religioso hacían de las velas instrumentos imprescindibles en momentos tan especiales como las ofrendas de luz a los muertos. Sin embargo, la irrupción de la electricidad, así como los cambios de las costumbres religiosas llevaron a la cerería a la decadencia.

Ni siquiera su miel podría salvar ya el trabajo de las pobres abejas: la llegada del azúcar, y su abaratamiento, supuso la sustitución de la miel como principal edulcorante en las labores confiteras.

La confitería como tal, nació de la necesidad de conservar la fruta: el proceso de confitado se basa en ir sustituyendo lenta y progresivamente el líquido natural de la fruta por un jarabe de azúcar concentrado hasta los 34 grados Baumé. De esta deliciosa manera nacieron los dulces de membrillo y de manzana, así como la mermelada y la jalea; todas ellas se obtienen de la cocción de purés o zumos de frutas mezclados con azúcar en distintas proporciones.

En su origen, las confituras a base de azúcar se preparaban en las apotecas (boticas) como terapia. En el siglo XIV el Rey Carlos II de Navarra fue tratado con varias confituras por médicos árabes y judíos (aunque no sé si es un buen ejemplo, dado que fue su última enfermedad).

En cualquier caso, en los antiguos recetarios de confitería se indicaban sus propiedades terapéuticas junto a la fórmula: la jalea de Cidra para el hígado y el mal de madre, la confitura de jengibre para la fecundidad, la confitura de borraja para la melancolía, la de rosas de laxante y la de lechuga de relajante.

También han sido populares en el País Vasco los caramelos de malvavisco y las pastillas de café y leche. Desde su origen se les han atribuido poderes curativos para el pecho y los catarros.

Al margen de sus propiedades terapéuticas, nuestros dulces son fiel reflejo de nuestra historia y de las grandes culturas que han transcurrido por ella. De influencia árabe, el turrón era originalmente el resultado de la cocción de miel y frutos secos; si una zona de Euskal Herria ha tenido como postre navideño la intxaur salsa o crema de nueces, en otra han sido los Huesos de Santo.

Populares son el turrón royo y el alajú en Navarra, los mazapanes de los confiteros vascos o los xaxus de Tolosa. Como los anillos de un árbol, nuestros dulces cuentan la cronología de nuestra tierra y los matices de nuestros pueblos o nuestras provincias.

Quién no recuerda a Hueto, Alberdi, Buengusto, Venales, La Suiza, Larrinaga, Viena, Nerea, Guereñu… La poca gente que conocía nuestra ciudad, nos conocía por el dulce; el mejor recuerdo de la Vitoria de mi infancia sería, sin duda, un dulce…

Los cereros fueron los primeros cofrades de la Virgen Blanca: en el año de 1613 los cereros de la ciudad fundaron la Cofradía de Nuestra Señora la Virgen Blanca. El 17 de junio de 1613 el Ayuntamiento otorga escritura de la fundación de la Cofradía, siendo aprobada después por el Obispo de Calahorra.

En el año 1616, los cereros de la Cofradía reformaron la hornacina que se hallaba tras lo que ahora es la sacristía, en la subida a la Plaza del Machete. Permaneció en dicho lugar hasta 1788 en que se trasladó hasta el lugar actual, en la balconada de San Miguel y mirando a todo Vitoria.

Está claro: desde el San Prudencio actual al San Fermín de 1791, los pasteleros estamos presentes en los grandes acontecimientos. Para mí, el mayor acontecimiento del mundo cristiano fue y es el nacimiento del Niño Jesús en Belén. Por esto estoy aquí: para anunciaros su llegada.

Son fechas entrañables, todo el mundo quiere estar más cerca de sus familiares y amigos. Mis Navidades de niño siempre fueron muy intensas y ahora, por mi profesión, sigo viviéndolas apasionadamente. En mi familia las Navidades estaban y están presentes todo el año, comentando que “si el escaparte cómo lo vamos a poner, que si el turrón nuevo cómo lo vamos hacer…”

En casa de mis abuelos, la Navidad religiosa comenzaba la víspera de la Purísima: todo el mundo participaba, incluso mis tíos que estaban fuera venían a montar la mesa donde, poco a poco, iba tomando el colorido de un poblado con su pesebre donde instalábamos, con mucho cariño y amor, al Niño. Las figuras eran espectaculares, tanto es así que, cuando la familia fue creciendo, mi abuelo lo donó a la parroquia del pueblecito de Elorriaga.

Siguiendo la tradición en mi casa, mi padre liberaba una habitación para crear el Belén. Los montes los hacía con libros de pastelería, corcho y musgo. Después pasábamos a la escayola y el papel de plata para hacer los ríos: era una gozada como disfrutábamos. Éramos 6 hermanos que, en ésta época, dormíamos un poquito más juntos.

Incluso un año nos dieron un premio que recogimos en la calle Olaguíbel en la Sala de Exposiciones de la Caja Municipal; Javi era miembro del jurado y uno de los creadores del Belén Monumental de la Florida. Mi abuelo fue uno de los promotores de que el día de Navidad fuera también fiesta para los pasteleros pues así podíamos vivir mejor la Nochebuena. Nos juntábamos todos los vecinos de la calle Beato Tomas de Zumárraga, donde fabricábamos el dulce membrillo, cantábamos villancicos y hacíamos teatro… a punto estuve de ser artista.

No es broma: en los años 70 formé pareja de los clowns Hermanos Gasteiz, me lo pasaba muy bien haciendo reír a los demás. Qué tiempos aquellos… en fin, ahora endulzo a los demás que también es agradecido: pienso que cuando alguien toma un dulce, en ese momento, es feliz.

Dulce Navidad, qué dos palabras más bonitas, qué significado y trasfondo tienen: quisiera acertar a daros la fórmula exacta para conseguir una dulce Navidad. Para conseguirlo, hace falta primero diseñarlo, tener una buena materia prima y pensar en quien se lo va a comer para que disfrute. Todo esto hay que hacerlo con sencillez y humildad.

Ya tenemos la receta: Dios quiso que su hijo naciera en un lugar sencillo como fue el establo de Belén, durmiese en un pesebre sobre paja y se calentase gracias al calor de los animales. Envuelto en humildes pañales, un Niño que va a ser nuestro Dios ha nacido.

La materia prima de la fórmula somos nosotros: en esta época queremos ser mejores y estar más cerca de aquellos que nos rodean. Sin embargo, no sólo debería ser en estas fechas: nuestra vida entera tiene que ser Navidad. Que se nos reconozca por nuestra sencillez, por el respeto a los demás, por una sonrisa, por extender una mano al prójimo. ¡Fuera envidias y egoísmos!. Así, encontraremos a ese Niño nacido en Belén y será una Dulce Navidad.

En nuestra vida tenemos que rodearnos de cosas buenas: amor, cariño, entrega, amabilidad, solidaridad… para poder dárselas a los que nos rodean, y luchar por las cosas que nos importan y por la justicia.

Seguramente, que estas Navidades nos rodearemos de buenos dulces, turrones clásicos, polvorones… Ojalá que, así como son los dulces para el paladar, seamos nosotros para el prójimo.

Los cristianos y la Iglesia tenemos mucho camino por recorrer: cada día hay más injusticias, más guerras, pobreza, violencia… los dirigentes del mundo no están dando la talla, así no se puede hacer un buen dulce.

Todos tenemos que aportar un granito de azúcar, para que exista una sociedad más justa y humana. Ahora es el momento de empezar a trabajar todos: la vida puede ser dura y amarga como la almendra pero, como con el buen turrón, nosotros podemos trabajar para hacerla dulce, tierna y solidaria.

En estas fechas los niños esperan al Olentzero o a los Reyes Magos. Ojalá que nos traigan dulce Paz, Amor y Amistad, y que todo el mundo disfrute de un rosco de reyes de gran calidad.

Cuando en una familia nos anuncian la llegada de un nuevo miembro, se rebosa de felicidad y los meses anteriores están llenos de proyectos e ilusiones; pues bien, yo os anuncio que en breve llega la Navidad, el nacimiento de un Niño, que es el Salvador del mundo y que, para la iglesia y los cristianos, es nuestro Dios.

Amigas y amigos, va a nacer nuestro sencillo y humilde Señor. Cuando estemos reunidos en Nochebuena con nuestra familia, al terminar los postres, nos acercaremos al Nacimiento de nuestras casas a cantar villancicos y rezar. Nos miraremos unos a otros y, con una sonrisa, pediremos al Niño Jesús que seamos todos pasteleros de la vida. Que podamos hacer de estas Navidades 2010 unas muy DULCES NAVIDADES.”

 

Luis María López de Sosoaga Arrizabalaga
Navidades 2010